1 Así que los teucros llegaron al vado del voraginoso Janto, río de hermosa corriente á quien el inmortal Júpiter engendrara, Aquiles los dividió en dos grupos. Á los del primero, echólos el héroe por la llanura hacia la ciudad, por donde los aqueos huían espantados el día anterior, cuando el esclarecido Héctor se mostraba furioso; por allí derramáronse entonces los teucros en su fuga, y Juno, para detenerlos, los envolvió en una densa niebla. Los otros rodaron al caudaloso río de argentados vórtices, y cayeron en él con gran estrépito: resonaba la corriente, retumbaban ambas orillas y los teucros nadaban acá y allá, gritando, mientras eran arrastrados en torno de los remolinos. Como las langostas, acosadas por la violencia de un fuego que estalla de repente, vuelan hacia el río y se echan medrosas en el agua; de la misma manera, la corriente sonora del Janto de profundos vórtices, se llenó, por la persecución de Aquiles, de hombres y caballos que en el mismo caían confundidos.