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„Se sácie con la sangre del que muera.”
Asi dixo, y arroja el dardo fuerte,
El qual dirige Palas entre el ojo
Y la nariz del fuerte y gran Pandaro.
Penetra por la boca el dardo agudo,
Le derriba los dientes, y le corta
En pedazos la lengua, y va el acero
A salir por debaxo de la barba.
Cae del carro, y sus armas relucientes
Hacen un ruído horrible y formidable:
Los Caballos se espantan, y Pandaro
Queda al punto sin fuerzas y sin vida,
En el mismo lugar de la caída.
Entonces con su escudo y larga lanza
Se opone el grande Eneas, temeroso
De que de alli sacasen los Acheos
Aquel yerto cadáver, dando á él vueltas
Como un Leon furioso confiado
En su fuerza y aliento, y le defiende
Oponiendo su lanza y grande escudo,
Dando gritos horribles, ya resuelto
A dar muerte á qualquiera que tuviese
Valor para acercarse á donde estaba.
Al instante Diomédes con su mano
Toma una piedra enorme, que dos hombres,