Cuando subí sobre cubierta á la mañana siguiente, el aspecto de la isla había cambiado en gran manera. Aun cuando la brisa de la víspera había cesado ya, el camino hecho durante la noche era muy considerable y á la sazón nos encontrábamos detenidos como á una media milla al Sudeste de la costa baja oriental. Bosques de un color pardo cubrían una gran parte de la superficie de aquella tierra. Sin embargo, ese tinte se interrumpía aquí y acullá por las listas amarillentas de la arena, en los terrenos más bajos y por algunos árboles más elevados, de la familia de los pinos, que se alzaban sobre las copas de los otros, algunos de ellos aislados y dispersos, otros reunidos; pero el aspecto y el colorido general de la isla era triste y uniforme. Los cerros se alzaban libremente por encima de la vegetación, en espirales de desnudas rocas. Todos eran de extraña configuración y el del “Vigía” que sobrepasaba en trescientos ó cuatrocientos pies á la eminencia próxima á él en elevación, era probablemente el de aspecto
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Apariencia