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OTRA VEZ EL DISCO NEGRO

nocí muy bien,” le contesta otro. Y entre tanto, puede llegar hasta los oídos del trabajador marino que cruza hacia la boya cercana, el ruido siniestro con que golpean unas con otras las cadenas de aquel ajusticiado... Pues hay que convencerse de que éso es lo que nos aguarda, á cada hijo de su madre, en esta compañía, gracias á Jorge, y á Hands y Anderson y á todos los torpes que han arruinado este negocio. Ahora, si quieren Vds. que conteste á su cuarto punto, es decir, á ese muchacho Hawkins ¡por el diablo en persona! ¿se figuran Vds. que vamos á asesinar á un huésped? ¡No nosotros, por vida mía! Es muy posible que él sea nuestra última tabla en el naufragio y no me sorprenderé que así sea. ¿Matar á este chico? ¡Repito que no, camaradas! ¿Y sobre el punto tercero? ¡Ah! mucho hay que decir sobre el tercer punto. Podrá suceder que para Vds. nada significa tener un Doctor entero y verdadero que viene á visitarlos diariamente, á tí John con tu cabeza rota, ó á tí Jorge Merry á quien la malaria ha puesto allí con unos ojos amarillos como limón maduro y que todavía no hace seis horas estabas tiritando con el calofrío y delirando con la fiebre. Podrá suceder también que ignoren Vds. que hay un segundo buque que debe venir á buscar á la tripulación de La Española, si se dilata por cierto tiempo. Pues sí, señores, viene, y para entonces ya veremos quien se alegra ó quien siente recibir una visita. Y por lo que hace al número dos, esto es, cuál es la razón que tuve para hacer un trato, no tienen Vds. más que ponerse todos aquí de rodillas, de rodillas como vinieron un día á pedírmelo, arrastrándose, para que lo hiciera yo. Pues allí es nada, vean Vds. la causa... ¡ésa es!