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LA CAÍDA DE UN CAUDILLO

despojado de sus armas y dinero. Después había encontrado el tesoro; había hecho la excavación, dejando en ella, por último, su azada rota y ya inútil; había cargado sobre sus hombros todo el oro, en incontables viajes penosísimos, desde el pie del gigantesco pino, hasta una gruta que él tenía en la loma de las dos puntas, en el ángulo Nordeste de la isla y allí, por último, lo tenía todo almacenado, dos meses hacía, perfectamente á salvo.

Cuando el Doctor se hubo hecho dueño de este secreto, en la tarde del día del ataque, y al ver á la mañana siguiente desierto el ancladero, no vaciló ya en ir á ver á Silver, darle el mapa que era ya perfectamente inútil, y cederle todas las provisiones, puesto que la gruta de Ben Gunn estaba abundantemente surtida con carne de cabras monteses y de venados, salada por él mismo; sin reservarse, en una palabra, cosa alguna, á fin de asegurarse la retirada del reducto hacia la colina de las dos puntas, en donde no había el menor peligro de malaria y se mantendría una vigilancia efectiva sobre el tesoro.

—En cuanto á tí, Jim, dijo, la cosa me podía mucho; pero yo hice lo que me pareció mejor para los que habían permanecido fieles á su deber, y si tú no estabas entre ellos, ¿de quién era la culpa?

Pero aquella mañana, comprendiendo que iba yo á verme envuelto en el horrible desengaño que había preparado para los rebeldes, había corrido hasta llegar á la gruta, y, dejando al Caballero para cuidar al Capitán, había traído consigo al hombre aislado y á Gray, y describiendo una diagonal á través de la isla, se preparaba para estar á la mano, cerca del gran pino. Pronto vió, sin embargo, que los sublevados le llevaban la ventaja, y por tanto Ben