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Página:La Isla del Tesoro - Caballero 1901.djvu/36

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CAPÍTULO III
EL DISCO NEGRO

Á eso de medio día lleguéme al cuarto del Capitán llevándole algunos refrigerantes y medicinas. Lo encontré acostado casi en la misma posición en que lo habíamos dejado, nada más que un poco más hacia arriba y me pareció al mismo tiempo débil y excitado.

—Jim, me dijo, tú eres aquí el único que vale algo y ya sabes muy bien que yo siempre he sido bueno para contigo. Jamás he dejado de darte cada mes cuidadosamente tu moneda de cuatro peniques. Ahora, pues, chiquillo,... mira... yo me siento muy abatido, y abandonado de todo el mundo... por lo mismo, Jim... vamos... ¿vas á traerme ahora mismo un vasillo de rom, no es verdad?

—El Doctor... comencé yo.

Pero él me interrumpió en una voz débil aunque animada:

—Los médicos son todos unos lampazos,[1] dijo, y en cuanto á este de acá, vaya,... ¿qué sabe él de hombres de mar? Yo he estado en lugares tan calientes como un caldero de bréa, con mi tripulación diezmada por la fiebre

  1. Lampazos: estropajos de á bordo para el aseo de los buques.—N. d. T.