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CAPÍTULO VIII.
LA TABERNA DE “EL VIGÍA.”

En cuanto que hube almorzado, el Caballero me dió una carta dirigida á John Silver, á su taberna de “El Vigía” y me dijo que me sería muy fácil encontrarla, siguiendo la línea de los muelles y estando alerta para cuando viese una pequeña taberna con un anteojo marino de larga vista, por enseña. Lancéme afuera sin dilación todo alborozado con esta nueva oportunidad que se me presentaba de observar más atentamente y más de cerca todos aquellos buques y marineros, y tomé mi derrotero, en consecuencia, por enmedio de una verdadera masa de gentes, carromatos y bultos de mercancías, por ser aquella la hora de mayor quehacer y tráfico en los muelles, hasta que dí, al fin, con la taberna en cuestión.

Era ella, á la verdad, un sitio de solaz bastante aceptable. La enseña estaba recién pintada; las ventanas tenían flamantes cortinas rojas y los pisos aparecían cuidadosamente enarenados. El establecimiento hacía esquina, teniendo una puerta para cada calle, abierta de par en par, lo que hacía que el salón bajo tuviese bastante aire y luz, á despecho de las nubes de humo de tabaco que salían de las bocas de los parroquianos. Eran estos, en su mayor