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LA ODISEA

en su casa ó se las dió uno de los compañeros, cuando iba en su velera nave, ó quizás algún huésped; que Ulises tenía muchos amigos, como que eran pocos los aqueos que pudieran comparársele. También yo le regalé una broncínea espada, un hermoso manto doble de color de púrpura, y una túnica talar; después de lo cual fuí á despedirle con gran respeto hasta su nave de muchos bancos. Acompañábale un heraldo un poco más viejo que él y voy á decirte cómo era: metido de hombros, de negra tez y rizado cabello, y su nombre Euríbates. Honrábale Ulises mucho más que á otro alguno de sus compañeros, porque ambos solían pensar de igual manera.»

249 Así le dijo, y acrecentóle el deseo del llanto, pues Penélope reconoció las señales que Ulises describiera con tal certidumbre. Y cuando estuvo harta de llorar y de gemir, le respondió con estas palabras:

253 «¡Oh huésped! Aunque ya antes de ahora te tuve compasión, en adelante has de ser querido y venerado en esta casa; pues yo misma le entregué esas vestiduras que dices, sacándolas bien plegadas de mi estancia, y les puse el lustroso broche, para que le sirviese de ornamento á Ulises. Mas ya no tornaré á recibirle, de vuelta á su hogar y á su patria; que con hado funesto partió en las cóncavas naves, para ver aquella Ilión perniciosa y nefanda.»

261 Respondióle el ingenioso Ulises: «¡Oh veneranda consorte de Ulises Laertíada! No mortifiques más el hermoso cuerpo, ni consumas el ánimo, llorando á tu marido; bien que por ello no he de reprenderte, porque la mujer acostumbra á sollozar cuando perdió el varón con quien se casó virgen y de cuyo amor tuvo hijos, aunque no sea como Ulises, que, según cuentan, se asemejaba á los dioses. Suspende el llanto y presta atención á mis palabras, pues voy á hablarte con sinceridad y no te callaré nada de cuanto sé sobre el regreso de Ulises; el cual vive, está cerca—en el opulento país de los tesprotos—y trae muchas y excelentes preciosidades que ha logrado recoger por entre el pueblo. Perdió sus fieles compañeros y la cóncava nave en el vinoso ponto, al venir de la isla de Trinacria, porque contra él se airaron Júpiter y el Sol, á cuyas vacas habían dado muerte sus compañeros. Los demás perecieron en el alborotado ponto, y Ulises, que montó en la quilla de su nave, fué arrojado por las olas á tierra firme, al país de los feacios, que son cercanos por su linaje á los dioses; y ellos le honraron cordialmente como á un numen, le hicieron muchos regalos y deseaban conducirlo sano y salvo á su casa. Y ya estuviera Ulises aquí mucho tiempo