cial, arrimó el hombro con desinterés, señor don Tito, sin recibir un chavo de nadie. Para que vea usted lo que es aquí la masa federal, armada o sin armar, le diré que la Junta Revolucionaria decretó el día 12 que se acuñara una medalla memorativa para colgarla en el pecho de los que defendieron el Cantón con las armas en la mano. La tal medalla daba derecho a una pensión vital de treinta reales al mes. Nadie aceptó el sustipendio. En cambio, los Voluntarios de la República pidieron que en la condecoración campeara la palabra Heroica... Tome usted apuntación de este otro sucedido. El día quince llegó a la estación de la Palma el Regimiento de Infantería de Iberia, para batirnos a los cantonales. Llegó, vio y ¿qué hizo? Pues pronunciarse lindamente. Los soldados, que eran todos de la masa federal, despidieron a sus jefes y entraron en Cartagena dando vivas al Cantón.
-Pues todo eso, amigo Criado, lo pondré de pe a pa. Ya he sabido que la tropa de la guarnición de Cartagena imitó el ejemplo de los de Iberia.
-Lo que yo voy viendo es que el mundo entero es federativo. Acabarán por acantonarse las estrellas y esos que llaman planetas, para que rabie el sol».
Con esto nos despedimos. Me acosté, y aunque dormí algunas horas, la noche se me hizo interminable, como si faltaran siglos para la visita de Doña Gramática. Hallábame ya vestido y compuesto, a punto de las nueve, cuando entró en mi aposento la ilustre