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Página:La Primera República (1911).djvu/237

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dadas. Hemos entrado aquí para visitar a un primo mío que va de matarife. Todos tenemos que ayudar».

Se nos apareció de improviso Dorita, que venía muy sofocada, y al oír rasgueo de vihuelas a bordo de la Almansa, pidió permiso a Fructuoso para entrar a divertirse un rato. Vacilaba el amigo, y ella insistió con estas razones: «Déjame, tontaina, que baile un poquito. ¡Pobre de mí! Mira que esta noche tenemos que velar. Acabaditos de salir ustedes llegó Zalamero con varias piezas de lanilla colorada. Para mañana tenemos que tener cosidas y dobladilladas veinte banderas rojas del Cantón. Ya que trabajamos por la República, déjanos que nos alegremos con un poco de canto y zarandeo». Comprendiendo Manrique que las almas cantonales se vigorizaban con el meneo de los cuerpos, accedió a que su ojinegra entrase en la fragata.

En tanto, yo entablé con Graziella este vivo diálogo: «No te dejo vivir hasta que me lleves a donde sabes.

-Espérate a mañana, Titín gracioso. Si ello puede ser, te mandaré recado con Doña Gramática.

-¡No, eso no! Mándamelo con un mudo del Infierno o con el propio Satanás... Hazme el favor de bajar un momento, que quiero hablarte.

-No puedo. Perico no me deja. Es muy celoso... Y basta de conversación».

Al decir esto retirábase de la borda. Fructuoso me cogió de un brazo, y llevándome