pliego que contenía dos órdenes harto molestas: que los barcos cantonales volvieran a Cartagena inmediatamente, y que nuestro General en jefe pasase sin demora a bordo del Federico Carlos. Accedió Contreras a lo que se le pedía, y ya en el barco alemán fue maltratado de palabra por el Comodoro Wernell, que le conminó con ahorcarle como pirata. Contestó nuestro General con tanta dignidad como aplomo que, por el interés de su patria y por evitar una conflagración europea, soportaba resignado el atropello de que se les hacía víctimas a él y a los suyos, protestando enérgicamente del calificativo de piratas, que no merecían en modo alguno las honradas fuerzas cantonales. Como le inculparan de haber hecho fuego contra Almería, alegó que lo hizo porque aquella plaza estaba defendida por fuerzas militares, y previo aviso a los Cónsules extranjeros.
A las seis horas apareció la Vitoria. Preguntaron los alemanes a Contreras si esta fragata haría fuego contra ellos, y don Juan contestó que fuego harían si él lo mandaba; pero que reservaba sus fuerzas para combatir al Gobierno de Salmerón. Volvió el General a bordo de la Almansa, y ordenó que las dos fragatas cantonales hiciesen rumbo a Cartagena. La Vitoria, por sí y ante sí, tocó a zafarrancho tres veces. La fragata inglesa la intimó a seguir su rumbo. Contestó la Vitoria por el telégrafo de señales: No me da la gana, y trató de lanzarse a toda máquina, en son de abordaje, contra el barco inglés. Este, con