hombre de extraordinario talento. A todos cautivó ese ideal por su grandeza, sin que llegáramos a penetrar las condiciones externas y materiales que son precisas para llevarlo a la práctica. Es como un bien caído del cielo; lo admiramos y celebramos sin saber qué tenemos que hacer para disfrutarlo.
-Tú y tus coterráneos no lo conocíais; yo, por mi calidad y el oficio que me da nombre en toda la tierra, lo conocí en tiempos muy remotos, casi en los días en que mi padre Júpiter nos dio la existencia a mis ocho hermanas y a mí. Éramos nueve jovenzuelas lozanas, frescas, hermosas, ávidas de esparcir por el mundo toda la gala de las artes colmándolo de felicidad y contento, cuando pude ver cómo se formó la maravilla del Anfictionado de Tesalia. La fecha es bastante lejana, Tito. Hablo de tiempos muy anteriores a la guerra de Troya.
»En un extenso y fértil territorio, que cerraban por Norte y Sur elevados montes y por Este y Oeste los mares helénicos, existían varios pueblos o nacioncitas independientes. No siempre reinaba la paz entre ellas, y a las veces se entretenían en guerras crueles por un quítame allá esas pajas. Unos eran pastores, otros labraban la tierra; estos criaban los mejores caballos que en Grecia se conocieron, aquellos tejían el hilo y la lana, o se dedicaban al trajín comercial y a la navegación. Cada uno de tales pueblos, en el curso de la vida, fue comprendiendo que sería más fuerte ligando su parti-