dioso... Que si he sido alfonsino, que si era confidente de Martos, que si llevé recaditos al Duque de la Torre... Todo falso, querido Tito, maquinación infame de los perturbadores de oficio... Porque has de saber que yo soy federal; más federal que Riego... Las nuevas ideas me han conquistado; si lo dudas habla con Roque Barcia, con quien me reúno todas las noches en el café de Venecia. Precisamente anoche estuvimos trazando las lindes sinalagmáticas de los futuros Cantones...».
Levantado ya y vestido, corté la palabra de Sebo, que me rasgaba los oídos como el estridor de una corneta destemplada. Ni yo poseía la confianza de mi Jefe ilustre, ni osaría recomendarle ningún asunto de personal. Loco estaba quien tal creyera. Lo único que hacer podría era llegarme a Estévanez y... Interrumpiome Telesforo descompuesto, diciéndome: «No, no; Estévanez no, que ese me ha tomado tirria por creer que yo me opuse a que fuera Gobernador...».
Trabajo me costó librarme de aquel tábano molesto... Salimos juntos, y en la calle pude sacudírmelo, con la patraña de que trabajaría por su reposición. ¡Dios de los buenos, en qué fatigas se veía un hombre tan insignificante como el hijo de mi madre! ¡Pobre de mí; los necesitados de protección buscaban sombra en este mezquino arbusto, el último ciudadano de España!... En la oficina pude enterarme de que mi Jefe, don Francisco Pi y Margall, Presidente interino del Poder Ejecutivo en ausencia de Figueras, había disuelto