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CAPÍTULO VIII.

4 Esposo. Os conjuro, oh hijas de Jerusalem, que no despertéis ni quitéis el sueño á mi amada hasta que ella misma quiera [1].

5 Amigas de la Esposa [2]. ¿Quién es esta que sube del desierto rebosando en delicias, apoyada en su amado?—Esposo. Yo te levanté debajo de un manzano en que yacias, oh esposa mia, donde fue desflorada tu madre, donde fue violada aquella que te parió [3], y te comunicó la muerte del pecado.

6 Así, pues, ponme por sello sobre tu corazón, ponme por marca sobre tu brazo: porque el amor es fuerte como la muerte, implacables como el infierno los zelos; sus brasas, brasas ardientes, y un volcan de llamas [4].

7 Las muchas aguas no han podido extinguir el


    prácticas y usos que se observaban en tiempo de las bodas. Gen. XXIV. v.67.

  1. Aquí pone fin al dia sexto de las bodas el señor Bossuet.
  2. El Maestro León supone que este verso 5 es como un paréntesis entre el razonamiento del Esposo y Esposa; y que por lo mismo son palabras de las amigas ó personas que, después del desmayo que padeció la Esposa, la vieron venir del campo con su Esposo. Este, para que la Esposa no se engría con tantas alabanzas, le hace presente de dónde le viene tanta dicha, trayéndole á la memoria aquel árbol funesto, bajo del cual Eva su madre habia sido pervertida por la serpiente, y perdido la inocencia.
  3. Según el hebreo: allí te parió tu madre, allí parió la que te concibió.
  4. En hebreo: llama divina, esto es, de grande actividad. Véase Dios.