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CAPÍTULO XXIII.

4 El hecho es que van liando cargas pesadas é insoportables, y las ponen sobre los hombros de los demas, cuando ellos no quieren ni aplicar la punta de el dedo para moverlas.

5 Todas sus obras las hacen con el fin de ser vistos de los hombres: por lo mismo llevan las palabras de la Ley en filacterias mas anchas, y mas largas las franjas ú orlas de su vestido.

6 Aman tambien los primeros asientos en los banquetes, y las primeras sillas en las synagogas,

7 y el ser saludados en la plaza, y que los hombres les den el título de maestros ó doctores.

8 Vosotros por el contrario no habeis de querer ser saludados maestros; porque uno solo es vuestro maestro, y todos vosotros sois hermanos.

9 Tampoco habeis de aficionaros á llamar á nadie sobre la tierra padre [1] vuestro, pues uno solo es vuestro verdadero Padre, el cual está en los cielos.

10 Ni debeis preciaros de ser llamados maestros; porque el Christo es vuestro único maestro.

11 En fin, el mayor entre vosotros ha de ser ministro ó criado vuestro.

12 Que quien se ensalzáre, será humillado, y quien se humilláre, será ensalzado.

13 Pero ¡ay de vosotros, Escribas y Fariseos hipócritas! que cerrais el reino de los cielos á los hom-


  1. Los judíos solían llamar padre al Rabino ó doctor principal de la synagoga.