Página:La Sagrada Biblia (XIII).djvu/416

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
408
SAN JUAN.

9 Mas, oida tal respuesta, se iban descabullendo uno tras otro, comenzando por los mas viejos, hasta que dejaron solo á Jesus y á la muger que estaba en medio [1].

10 Entónces Jesus enderezándose, le dijo: Muger, ¿dónde están tus acusadores? ¿Nadie te ha condenado [2]?

11 Ella respondió: Ninguno, Señor. Y Jesus compadecido le dijo: Pues tampoco yo te condenaré [3]: anda, y no peques mas en adelante.


  1. El falso celo de la justicia suele callar, y desvanecerse como el humo, luego que se teme que ha de ocasionar algun daño propio. Para curarnos del prurito de condenar lo que hacen los otros, no hay cosa mejor que fijar la consideracion en los defectos y pecados propios. S. Greg. Moral. I.
  2. La prudencia y la caridad nos dictan, que cuando vemos á algunos que se han metido en un empeño arrastrados de alguna pasion, procuremos darles algun medio de salir de él sin confusion y disimuladamente. El exasperarlos y confundirlos en público suele obstinarlos mas en su empeño. Jesus triunfa aquí con el silencio y la dulzura. Hay algunas ocasiones en que uno y otro, acompañados de la humildad y de las súplicas, son mas eficaces que todo lo demas.
  3. Los impíos no pueden servirse de las fuerzas y proporcion que tienen para perder á los buenos, sino segun el órden ó disposicion de la providencia divina, que lo permite para bien de sus escogidos. Y así es que vive muy tranquilo quien estriba ó se apoya en esta providencia divina. De ahí viene la santa libertad de un ministro del Evangelio que no pasa cuidado sino de su obligacion, y no teme otro mal que el de no ser fiel y exacto en cumplirla. S. Joann. Chrys. in Psalm.