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CAPÍTULO XII.

41 Esto dijo Isaías, cuando vió la gloria de el Mesías, y habló de su persona.

42 No obstante hubo aun de los magnates muchos que creyeron en él; mas por temor de los Fariseos no lo confesaban, para que no los echasen de la Synagoga.

43 Y es que amaron mas la gloria ó estimacíon de los hombres, que la gloria de Dios.

44 Jesus pues alzó la voz, y dijo: Quien cree en mí, no cree solamente en mi, sino en aquel que me ha enviado.

45 Y el que á mí me vé, vé al que me envió.

46 Yo que soy la luz eterna, he venido al mundo; para que quien cree en mí, no permanezca entre las tinieblas.

47 Que si alguno oye mis palabras, y no las observa, yo no le doy la sentencia; pues no he venido ahora á juzgar al mundo, sino á salvarle.

48 Quien me menosprecia, y no recibe mis palabras, ya tiene juez que le juzgue: la palabra evangélica que yo he predicado, esa será la que le juzgue en el último dia.

49 Puesto que yo no he hablado de mí mismo, sino que el Padre que me envió, él mismo me ordenó lo que debo decir, y cómo he de hablar.

50 Y yo sé que lo que él me ha mandado enseñar, es lo que conduce á la vida eterna. Las cosas pues que yo hablo, las digo como el Padre me las ha dicho.