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CAPÍTULO VII.

15 Guardáos de los falsos profetas, que vienen á vosotros disfrazados con pieles de ovejas, mas por dentro son lobos voraces:

16 por sus frutos ú obras los conoceréis. ¿Acaso se cogen uvas de los espinos, ó higos de las zarzas?

17 Así es que todo árbol bueno produce buenos frutos, y todo árbol malo da frutos malos.

18 Un árbol bueno no puede dar frutos malos, ni un árbol malo darlos buenos.

19 Todo árbol, que no da buen fruto, será cortado, y echado al fuego.

20 Por sus frutos pues los podréis conocer.

21 No todo aquel que me dice: ¡Oh Señor, Señor! entrará por eso en el reino de los cielos; sino el que hace la voluntad de mi Padre celestial, ese es el que entrará en el reino de los cielos.

22 Muchos me dirán en aquel dia del juicio: ¡Señor, Señor! ¿pues no hemos nosotros profetizado en tu nombre, y lanzado en tu nombre los demonios, y hecho milagros en tu nombre?

23 Mas entónces yo les protestaré: Jamás os he conocido por mios: apartáos de mí, operarios de la maldad.

24 Por tanto, cualquiera que escucha estas instrucciones, y las practica, será semejante á un hombre cuerdo que fundó su casa sobre piedra;

25 y cayeron las lluvias, y los rios salieron de madre, y soplaron los vientos, y dieron con ímpetu contra la tal casa, mas no fue destruida: porque estaba fundada sobre piedra.