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SAN MATHEO.

26 Pero cualquiera que oye estas instrucciones que doy, y no las pone por obra, será semejante a un hombre loco que fabricó su casa sobre arena;

27 y cayeron las lluvias, y los rios salieron de madre, y soplaron los vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa, la cual se desplomó, y su ruina fue grande.

28 Al fin, habiendo Jesus concluido este razonamiento, los pueblos que le oian, no acababan de admirar su doctrina.

29 Porque su modo de instruirlos era con cierta autoridad soberana[1], y no a la manera de sus Escribas y Fariseos.


CAPÍTULO VIII.

1 Habiendo bajado Jesus del monte, le fue siguiendo una gran muchedumbre de gentes:

2 en esto, viniendo á él un Ieproso, le adoraba, diciendo: Señor, si tú quieres, puedes limpiarme.

3 Y Jesus extendiendo la mano, le tocó, diciendo:


  1. La palabra soberana mírese como si fuera del texto; porque realmente así lo exige la rigorosa y exacta significacion de la voz griega ἐξουςία, que en la Vulgata se traduce potestas.