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CAPÍTULO XVIII.

daba vestida de lino delicadísimo, y de púrpura, y de grana, y cubierta de oro, y de piedras preciosas, y de perlas;

17 como en un instante se redujeron á nada tantas riquezas! Y todo piloto, y todo navegante del mar, y los marineros, y cuantos trafican en el mar, se pararon á lo lejos,

18 y dieron gritos viendo el lugar ó el humo de su incendio, diciendo: ¿Qué ciudad hubo semejante á esta en grandeza?

19 Y arrojaron polvo sobre sus cabezas, y prorumpieron en alaridos llorando, y lamentando decian: ¡Ay, ay de aquella gran ciudad, en la cual se enriquecieron con su comercio todos los que tenian naves en la mar; cómo fue asolada en un momento!

20 ¡Oh cielo! regocijate sobre ella, como tambien vosotros ¡oh santos apóstoles y profetas! pues que Dios condenándola ha tomado venganza por vosotros (os ha hecho justicia).

21 Aqui un ángel robusto alzó una piedra como una gran rueda de molino, y arrojóla en el mar, diciendo: Con tal ímpetu será precipitada Babylonia la ciudad grande, y ya no parecerá mas.

22 Ni se oirá en tí jamas voz de citaristas, ni de músicos, ni de tañedores de flauta, ni de clarineros: ni se hallará en tí artífice de arte alguna; ni tampoco se sentirá en tí ruido de atahona;

23 ni luz de lámpara te alumbrará en adelante; ni volverá á oirse en tí voz de esposo y esposa: en vista de que tus mercaderes eran los magnates de la tierra,