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San Agustín

cuya disculpa ellos mismos se descubren y convencen, en atención á que al fin no pudieron ayudarlos con aconsejarles y mandarles lo que les importaba, ni pudieron encubrirse con callar. Permito que los minturnenses, excitados de la compasión, encomendaron los sucesos de Mario á la diosa Marica, á quien rendían adoración en un bosque contiguo al lugar y consagrado á su nombre, para que le favoreciese y diese prósperos sucesos en todas sus empresas; y sólo advierto que, vuelto en su primera prosperidad del extremo de una suma desesperación, caminó flero y cruel contra Roma, llevando consigo un poderoso y formidable ejército, adonde, cuán sangrienta fué au victoria; cuán cruel y cuánto más fiera que la de cualquier enemigo, léanlo los que gustasen en los autores que la escribieron. Pero esto, como digo, lo omito, ni quiero atribuir á no sé qué Marica la sangrienta felicidad de Mario, sino antes á la oculta providencia de Dios; para tapar la boca á los incrédulos y para libertar de au ceguedad y error á los que tratan este punto, no con pasión, sino que lo advierten con prudencia, porque aunque en estos acontecimientos pueden algo los demonios, es tanto su poder cuantas son las facultades que les concede el oculto juicio del que es Todopoderoso, para que, en vista de tales desengaños, no apreciemos demasiado las felicidades terrenas, las cuales, como á Mario, se dispensan también por la mayor parte á los malos, ni tampoco inspeccionándola bajo otro aspecto la tengamos por mala, viendo que, á despecho de los demonios, la han tenido también por lo mismo muchos varones santos y verdaderos siervos del que es un solo Dios verdadero; ni, finalmente, entendamos que debemos aplacar ó temer á estos impuros espíritus por los bienes ó males de la tierra; porque así como los hombres malos no pueden hacer en la tierra todo lo que quieren, así tampoco