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San Agustín

los vicios, á quien se opuso animosamente Cicerón, bajo el pretexto de la misma libertad patria. Entonces comenzó á descubrirse el otro César, joven de esperanzas y bella índole, híjo adoptivo de Cayo Julio César, quieu, como llevo dicho, se llamó después Augusto: á este mancebo ilustre, para que su poder creciese contra el de Antonio, favorecía Cicerón, prometiéndose que Octavio, aniquilado y oprimido el orgullo de Antonio, restituiría á la república en su primitiva libertad; pero estaba tan obcecado y era tan poco próvido en el examen de las consecuencias futuras, que el mismo Octavio, cuya dignidad y poder él fomentaba, permitió después, y concedió, como por una capitulación de concordia, á Antonio, que pudiese matar á Cicerón, y aquella misma libertad republicana, en cuyo favor había perorado tantas veces Cicerón, la redujo debajo de su potes.tad y dominio, extinguiéndola del todo.



CAPÍTULO XXXI

Con qué poco pudor imputan & Cristo los presentes desastres aquellos á quienes no se les permite que adoren á sus dioses, habiendo habido tantas calamidades en el tiempo que los adoraban.


Acusen á sus dioses por tan reiteradas desgracias los que se muestran desagradecidos á nuestro Salvador por tantos beneficios. Por lo menos cuando sucedían, aquellos males hervían de gente las aras de los dioses, y exhalaban de sí el olor del incienso Sabeo, y de las frescas y olorosas guirnaldas. Los saderdocios eran ilustres, los lugares sagrados resplandecían, se frecuen taban los sacrificios, los juegos y diversiones en los .