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La ciudad de Dios

la ciudad, y que por esto le suelen servir las vírgenes; porque así como de la virgen no nace ó engendra cosa alguna, tampoco del fuego. Toda esta vanidad fué preciso que la desterrase y deshiciese el que nació de la Virgep; porque ¿quién podrá sufrir que tributando tanto honor al fuego, y atribuyéndole tanta castidad, algunas veces no tengan pudor de decir que Vesta es también Venus, para que en sus siervos sea vana la virginidad tan estimada y honrada? Porque si Vesta fuese Venus, ¿cómo la podían servir legítimamente las vírgenes guardándose de los actos venéreos? ¿Por ventura hay dos Venus, una virgen y otra dueña? O, por mejor decir, hay tres, una de las vírgenes, la cual se llama también Vesta, otra de las casadas y otra de las rameras. A ésta también los fenicios ofrecían sus oblaciones, resultantes de la torpe ganancia que hacían sus hijas con sus cuerpos antes que las diesen en matrimonio á sus maridos. ¿Cuál de estas matronas es la de Vulcano? Sin duda que no es la virgen, porque tiene marido; y por ningún caso será tampoco la ramera, porque no parezca que hacemos agravio al hijo de Juno, coadjutor y cooperario de Minerva; luego se infiere que ésta es la que pertenece á las casadas; pero no queramos que la imiten en lo que ella hizo con Marte. Otra vez, dicen, volvéis á las fábulas; mas ¿qué razón ó qué justicia es ésta, agraviarse de nosotros porque hablamos así de sus dioses, y no agraviarse de sí propioscuando tan de buena gana se ponen á mirar en los teatros cómo se representan semejantes delitos de sus dioses; y, lo que es más increíble, ai constantemente no se probase con la experiencia que estos mismos crímeues teatrales de sus dioses se instituyeron en honor de su deidad?