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La ciudad de Dios

critor, ai enseñara la verdad y manifestara con expresiones sencillas y concluyentes al modo como debían los hombres reverenciar á un solo Dios verdadero, de quien proceden todos los bienes?



CAPÍTULO XXIII

De la felicidad, á quien los romanos, con tener á muchos dioses, en mucho tiempo no adoraron con culto divino, siendo ella sola bastante en lugar de todos.


Pero volviendo á lo que íbamos hablando, si sus libros y los puntos tocantes á su religión son verdaderos, y la Felicidad es diosa, ¿por qué no crearon á ésta sola por deidad, supuesto que todo podría concederlo y sin dificultad hacer á cualquiera dichoso? ¿ Quién hay por acaso que desee alcanzar alguna cosa por otro fin que por ser feliz y dichoso? ¿Por qué, finalmente, después de tantos príncipes romanos vino Lúculo á dedicar templo tan tarde á una diosa tan célebre y poderosa? ¿Por qué razón el mismo Rómulo, ya que deseaba fundar una ciudad feliz, no edificó antes que á otro á ésta un templo? ¿Y para qué auplicó gracia alguna á los demás dioses, pues nada le faltaría si tuviese sólo á ésta propicia? Porque ni él fuera en sus principios rey, ni, según ellos lo predican, después dios, si no hubiera tenido á esta diosa por su favorita. ¿Para qué dió Rómulo por dioses á Jano, Júpiter, Marte, Pico, Fauno, Tiberino, Hércules, si hay otros? ¿Para qué Tito Tacio les añadió á Saturno, Opis, el Sol, la Luna, Vulcano, la Luz y los demás que aumentó, entre los cuales puso á la diosa Cloacina ó Latuna, si para nada valen dejándose á la Felicidad? ¿Para qué añadió Numa tan-