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LIBRO QUINTO


CAPÍTULO I

Que la causa de la felicidad del imperio romano y de todos los reinos no es por acaso ni consiste en la constelación.


Mediante á que es constante que el colmo de todo cuanto debe desearse es la felicidad, la cual no es diosa, sino don particular de Dios, y que por eso los hombres no deben adorar á otro dios, sino sólo al que puede hacerlos felices; por cuyo motivo si ésta fuera dioaa, con razón se diría que á ella sola se debía tributar culto; veamos, ya consiguiente á estos principios, por qué razón Dios, que puede dar los bienes que pueden gozar también los que no son buenos, y por el mismo caso los que no son felices, quíso que el imperio romano fuese tan dilatado y que durase por tanto tiempo, supuesto que esta tan admirable resolución no la causó la muchedumbre de dioses falsos que ellos adoraban: basta por ahora lo que hemos ya referido acerca de ella; después diremos más donde nos pareciere á propósito.

La causa, pues de la grandeza y amplificación del imrio romano ni es fortuita ni fatal, según el sentir de los que afirman que las cosas fortuitas son las que, ó no reconocen causa alguna, ó suceden sin algún orden razonable, y las fatales las que acontecen por la necesidad de cierto orden, y contra la voluntad de Dios y de los hom-