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San Agustín

bres: sin duda alguna que la divina providencia es la que funda los reinos de la tierra; y si ningún entusiasta atribuye su erección al hado, fundado en que por el nombre de hado se entiende la misma voluntad ó potestad de Dios, siga su opinión y refrene la lengua; y este tal ¿por qué no dirá al principio lo que ha de decir al fin cuando le preguntaren que entiende por hado?

Porque cuando lo oyen los hombres, según el común modo de hablar, no entienden por esta voz sino la fuerza de la constitución de las estrellas, calculada según el estado en que se hallan cuando uno nace ó es concebido; cuya operación intentan varios eximir de la voluntad de Dios, aunque otros quieren que este efecto dependa asimismo de ella: pero á los que son de opinión que sin la voluntad de Dios las estrellas decretan lo que hemos de practicar, ó lo que tenemos de bueno ó padecemos de malo, no hay motivo para que les den oídos ni crédito, no sólo los que profesan la verdadera religión, sino los que siguen el culto de cualesquiera dioses aunque falsos; porque esta opinión errónea ¿qué otra cosa hace que persuadir que de ningún modo se adore á dios alguno, ni se le haga oración? Contra quienes al presente no disputamos, sino contra los que contradicen á la religión cristiana en defensa de los que ellos tienen por dioses: pero los que se persuaden estar dependiente de la voluntad de Dios la constitución de las estrellas, que en alguna manera decretan ófallan cuál es cada uno y lo que le sucede de bueno y de malo; si juzgan que las estrellas tienen esta potestad é influeneia recibida del supremo poder de Dios, de modo que determinen voluntariamente estos efectos, hacen grande injuria al Cielo, en cuyo clarísimo consejo (digámoslo así) é ilustrísima corte, piensan que se decretan las maldades que se han de perpetrar por los malvados; que si tales las acordara alguna ciudad de la tierra por