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San Agustín

bre de Jesucristo en parajes y provincias donde no sólo no le estimaban (porque, como dijo un sabio, están abatidas y olvidadass siempre las cosas de las que todos generalmenle no hacen caso ni aprecian), sino que también le aborrecían en extremo, conservando en la memoria lo que habían oído á su divino Maestro y verdadero médico de sus almas. «Si alguno no me estimare y me negare delante de los hombres, también le negaré yo delante de mi Padre, que está en los cielos, y delante de los ángeles de Dios» (1). Entre las maldiciones y oprobios, entre las gravísimas persecuciones y crueles tormentos, no dejaron de proseguir en la predicación de la salud de los hombres, aun cuando resultaba en notable ofensa de los hombres; y no porque haciendo y distinguiendo las cosas divinas, y viviendo divinamen— te después de haber conquistado en algún modo la dureza de los corazones, é introducido la paz de la justicia y santidad, alcanzaron en la iglesia de Cristo una suma gloria, no por eso pasaron y se aquietaron en elle como fin y blanco de su virtud, sino que aquella misma también la refirieron á gloria de Dios, por cuya singular gracia y beneficio eran tales, y con este divino fuego encendían asimismo á los que persuadían que le amasen, para que también á éstos les hiciese tales: porque les había enseñado su divino Maestro que no fuesen buenos por sólo la honra y gloria de los hombres, diciendo (2). «Guardaos no hagáis vuestras buenas obras delante de los hombres porque ellos las vean, porque de esta manera, recibiendo el premio de mano (1) San Mateo, cap. X, y San Luoas, cap. XII. Si quis me negaverit coram hominibus, negabo eum coram Patre meo, qui in cælis est, et coram Angelis Dei.

San Mateo, cap. VI. Cavele facere justitiam vestrum coran hominibus ut videamini ab eis, alioquin mercedem non habebitis apud Patrem vestrum qui in cœlis est.