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LIBRO SEXTO


CAPÍTULO I

De los que dicen que adoran á los dioses no por esta vida presente, sino por la eterne.


Me parece que he disputado lo bastante en estos cinco libros pasados contra los que temerariamente 808tienen que por la importancia y comodidad de la vida mortal, y por la frucción de los bienes terrenos, deben adorarse con el rito y adoración que los griegos llaman latría (y se debe únicamente al solo Dios verdadero) á muchos y falsos dioses, de los cuales la verdad católica evidencia que son simulacros inútiles, ó espíritus inmundos y perniciosos demonios, ó por lo menos criaturas, y no el mismo criador. Y ¿quién no advierte que respecto de los que están impregnados en unas máximas tan erróneas como pertinaces, no bastan ni estos cinco libros ni otros infinitos, por más que sean muchos en el número? En atención á que se reputa por gloria y honra de la humana lisonja no rendirse á todos los contrastes de una verdad acrisolada, cuando resulta en perjuicio sin duda de aquel en quien reina tan monstruoso vicio; porque también una enfermedad peligrosa contra toda la industria del que la cura es invencible, no precisamente porque cause daño alguno al médico, sino por el que resulta al enfermo considerado