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San Agustín

das en el Capitolio, persuadidas de que Júpiter está enamorado de ellas, sin tener respeto ni miedo á Juno, no obstante de ser (si quisiereis creer á los poetas) una diosa colérica é iracunda. Esta libertad no la tuvo Varrón; sólo se atrevió á reprender la teo logía poética, sin meterse con la civil, á la que éste autorizó con nervio y eficacia. Con todo, si atendiéramos á la verdad, peores son los templos donde se ejecutan estas abominaciones que los teatros á donde se fingen. Y así, en orden á los sacramentos de la teología civil, aconseja Séneca al sabio «que no los conserve religiosamente en el corazón, sino que los finja en las obras, porque dice: todo lo cual guardará el sabio como las sanciones establecidas por la ley, pero no como agradables á los dioses.» Y poco después añade: «Pues que hacemos también casamientos con los dioses, y aun esto no es piadosa y legítimamente, por cuanto casamos á hermanos con hermanas. A Belona casamos con Marte, á Venus con Vulcano, á Salacia con Neptuno; aunque á algunos los dejamos solteros, como si les hubiera faltado con quién ó la condición, principalmente habiendo algunas viudas como Populonia ó Fulgora, y la diosa Rumina, á quienes no me espanto no hubiese quien las pidiese. Toda esta turba plebeya de dioses, la cual por largo tiempo la coacervó y amontonó una dilatada y sucesiva superstición, la adoramos, dice, en tales términos, que parece que su culto y veneración pertenece más al uso ya adaptado.» ¿Qué hace al caso según esto? Ni aquellas sus leyes civiles, ni el uso y la costumbre instituyeron en la teología civil cosa que fuese agradable á los dioses, ó fuese de importancia; pero éste, á quien los filósofos, sus maestros, hicieron cuasi libre, como que era ilustre senador del pueblo romano, reverenciaba lo que reprendía, practicaba lo que condenaba, lo que culpaba adoraba; y, en efecto, la filoBAN AGUSTIN