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La ciudad de Dios

como son comer y vestir, aunque nos falten con grave dolor nuestro, con todo, no disminuyen en los buenos la virtud de la paciencia ni destierran del corazón la piedad y religión, antes, sí, ejercitándola la alientan y fecundizan en tanto grado; por lo mismo las cosas precisas para los entierros y sepulturas de los difuntos, aun cuando faltasen, no harán míseros ni indigentes á los que están ya descansando en las moradas de los justos; y así, cuando en el saco de Roma echaron menos este beneficio los cuerpos de cristianos, ni fué culpa de los vivos, pues no pudieron ejecutar libremente esta obra pía, ni pena de los muertos, porque ya no podían sentirla.



CAPÍTULO XIV

Del cautiverio de los Santos, y cómo jamás les faltó el divino consuelo.


Si dijesen que muchos cristianos fueron llevados en cautiverio, confieso que fué infortunio grande si por acaso los condujeron donde no hallasen á su Dios; mas para templar esta calamidad, tenemos también en las sagradas letras grandes consuelos. Cautivos estuvieron los tres jóvenes, cautivo estuvo Daniel y otros profetas, como Jeremías, Ezequiel y otros, y no les faltó Dios para su consuelo. Del mismo modo tampoco desamparó á sus fieles en el tiempo de la tiranía y de la opresión de gente, aunque bárbara, humana, el mismo que no desamparó á su profeta, ni aun en el vientre de la baliena. Sin embargo, de la certeza de estos hechos, los incrédulos, á quienes instruímos en estas saludables máximas, intentan desacreditarlas, negándolas la fe que merecen, y, con todo, en sus falsos escritos