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San Agustín

sobre Su Majestad, porque lo hizo para sepultarle; y en el Evangelio (1), hace honorífica mención San Juan de Joseph de Arimathea y Nicodemus, que bajaron de la cruz el santo cuerpo de Jesucristo y procuraron con diligencia y reverencia amortajarle y enterrarle; sin embargo, uo hemos de entender que las autoridades alegadas pretenden enseñar que hay algún sentido en los cuerpos muertos; por el contrario, nos significan que los cuerpos de los muertos están, como todas las cosas, bajo la providencia de Dios, á quien agradan semejan tes oficios de piedad, para confirmar la fe de la Resurrección. En la misma sagrada página se nos manifiesta, para nuestra salud, cuán grande puede ser el premio y remuneración de las limosnas que distribuímos entre los vivos indigentes (2), pues respecto de Dios, hasta el pequeño oficio de sepultar los difuntos que ejercemos con caridad y rectitud de ánimo, nos ha de proporcionar una recompensa muy superior á nuestro mérito.

También debemos observar que cuanto ordenaron los santos patriarcas (3) sobre los enterramientos ó traslaciones de los cuerpos, quisieron lo tuviésemos presente como enunciado con espíritu profético; mas no hay causa para que nos detengamos en este punto; basta, pues, lo que va insinuado: y si las cosas que en este mundo son indispensables para sustentarse los vivos, (1) S. Juan, e. XIX, v. 40.

(2) El mismo Cristo por S. Matheo al cap. X, dice que hasta un vaso de agua fria dada por Dios tendrá su recompensa.

(8) En el Génesis, al cap. 48, se dice que Jacob, en el artícnlo de su muerte, encargó á su hijo Joseph le sepultase en el sepulcro de sus mayores, y no le dejase en Egipto. El mismo Joseph mandó á sus hermanos conservasen en la memoria y refiriesen á sus sucesores que cuando pasasen á poseer la tierra que Dios les habia prometido, transfiriesen á ella sus hueBOS, para ser sepultados juntamente con los de sus progenitores; así se lee en el Génesis, al capítulo último.