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La ciudad de Dios

horribles tormentos le quitaron la vida, porque metiéndole en un estrecho madero, donde por fuerza estuviese en pie, habiendo clavado en él por todas partes agudísimas puntas de modo que no pudiese inclinarse á ningún lado sin que gravemente se lastimase, le mataron entre los demás tormentos con no dejarle morir naturalmente. A vista de un espectáculo tan lastimoso, que aun referido enternece, con razón celebran la virtud, que fué mayor que la desventura, con ser tan grande; pero, sin embargo, estos males le vaticinaban ya el juramento que había hecho por los dioses, quienes absolutamente prohibían ejecutar tales atrocidades en el género humano, como sostienen sus adoradores.

Mas ahora pregnuto: si esas falsas deidades que eran reverenciadas de los hombres para que les hiciesen prósperos en la vida presente quisieron ó permitieron que al mismo que juró la verdad se le diese tormentos tan acervos, ¿qué providencia más dura pudieran tomar cuando estuvieran enojados con un perjuro? Pero por cuanto creo que con este solo argumento no concluíré ni dejaré convencido lo uno y lo otro, continúo así. Es positivo que Régulo adoró y dió culto á los diosea, de modo que por la fe del juramento, ni se quedó en su patria, ni se retiró á otra parte, sino que quiso volverse á la prisión donde había de ser maltratado de sus crueles enemigos; si pensó que esta acción tan heroica le importaba para esta vida, cuyo horrendo fin experimentó en sí misme, sin duda se engañaba; porque con su ejemplo nos dió un prudente—documento de que los dioses eran de ninguna importancia á los su yos para la felicidad temporal, pues adorándolos Régulo, fué, sin embargo, vencido y preso; y porque no quiso hacer otra cosa más que cumplir exactamente lo que había jurado por los falsos númenes, murió atormentado con un nuevo nunca visto y horrible género de muerLA CIUDAD DE DIOS