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La ciudad de Dios

fácil medio para huir de todos el darse muerte? Y diciendo la Escritura «que quien ama el peligro cae en él» (1), ¿por qué motivos se aman tantos y tan graves peligros? O si no se aman verdaderamente, ¿por qué se meten los hombres en ellos? ¿Para qué se queda en esta vida el que le es lícito irse de ella? ¿Por ventura puede haber error tan disparatado que trastorne y ciegue el juicio de un hombre y le desvíe de la consideración de verdad, que si no se debe matar por no caer en pecado, viviendo en poder del que le cautivó, piense que le está bien el vivir para sufrir al mismo mundo, lleno á todas horas de tentaciones, y tales cuales se podían, viviendo, temer debajo la sujeción de un señor, y otras innumerables sin las cuales no se vive en este mundo? ¿Para qué, pues, consumimos el tiempo en las acostumbradas exhortaciones, siempre que procuramos persuadir á los bautizados, ó la integridad virginal, ó la continencia vidual, ó la fe del casto matrimonio, teniendo un atajo libre de todos los peligros de pecar, para que á todos los que pudiésemos persuadir que se den muerte en acabando de recibir la remisión de sus pecados, los enviemos al Señor con las conciencias más sanas y más puras? Y si alguno cree que puede ejecutar ó persuadir esta doctrina, no sólo es un ignorante, sino un demente. ¿Con qué valor dirá á un hombre, mátate, porque á tua pecados veniales acaso no añadas alguno grave viviendo tal vez en poder de un bárbaro ó sensual, quien no puede decir sino con impiedad, mátate en estando absuelto de todos tus pecados, porque no vuel vas á incidir en otros acaso más graves viviendo en un mundo tan engañoso, cercado de lazos y deleite, tan furioso, con tanto número de nefandas crueldades y tan enemigo con tantos errores y sobresaltos? Y si se dice (1) Ecales., cap. III.