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La ciudad de Dios

es que en vida, cuando eran hombres, cometieron semejantes crímenes, ó las flngidas diversiones y deleites de los malos demonios, si es que no fueron hombres.

De esta especie de demonios no tuviera Sócrates un dios, si realmente tuviera ó reconociera un dios, sino que acaso estando ajeno é inocente del arte de formar dioses, le acumularon semejante dios los que quisieron ser reputados por excelentes y singulares en el arte: ¿y para qué me dilato más, supuesto que no hay alguno medianamente juicioso que dude no deben ser adorados estos espiritus por la esperanza de conseguir la vida bienaventurada que ha de suceder después de la actual y mortal? Pero seguramente dirán que aunque es cierto que todos los dioses son buenos, sin embargo, los demonios unos son buenos y otros malos, y les parecerá que deben adorarse aquellos por quienes hemos de alcanzar la vida feliz y eterna, de quienes creen que son solamente los buenos; y en cuanto sea cierta ó falsa esta opinión lo demostraremos en el siguiente libro.