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La ciudad de Dios

porque en el cuerpo son inmortales: ¿qué tales, pues, serán los medianeros entre los hombres y los dioses, por cuyo medio han de pretender los hombres la amistad y gracia de los dioses, supuesto que con los hombres tienen lo peor, que es en el animal lo más estimable, esto es, el alma, y con los dioses tienen lo mejor, que es en animal lo más despreciable, que es el cuerpo?

Pues constando todo animal de alma y de cuerpo, de cuyas dos cualidades sin duda el alma es más noble que el cuerpo, y aunque defectuosa y enferma, con todo, es mu cho mejorá lo menos que el cuerpo, por muy sano y firme que esté, porque su naturaleza es más excelente, y por las imperfecciones de los vicios no se pospone al cuerpo, así como el oro, aunque esté mohoso, se estima en más que la plata y el plomo, no obstante de que estén purísimos estos metales; estos medianeros de los dioses y de los hombres, por cuya interposición se junta y comunica lo divino y lo humano, con los dioses participan de un cuerpo eterno, y con los hombres de un ánimo vicioso, como si la religión con que quieren los hombres unirse con los dioses por medio de los demonios, estuviera colocada en el cuerpo y no en el alma. ¿Y qué pecado, diremos, ó qué culpa colgó á estos medianeros falsos y engañosos, como trastornados cabeza abajo, de modo que tengan la parte inferior del animal, esto es el cuerpo, con los superiores, y la superior, esto es el alma, con los inferiores, y qué en la parte sujeta, y qué sirve que estén conjuntos con los dioses celestiales y que con los hombres terrenos sean miserables en la parte que tiene el mando y el señorío? Porque el cuerpo es esclavo, como lo dice también Salustio, que nos servimos y aprovechamos del imperio del alma, y comúnmente del servicio del cuerpo: y añadió el filósofo: lo uno tenemos común con los dioses, y lo otro con los brutos, mediante á que hablaba de los hombres, que, como las.