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La ciudad de Dios

indigna la malicia de los demonios, pues en la miseria del ánimo pasivo les cupo, no cuerpo mortal como á los hombres, sino eterno: porque, efectivamente, serían más felices que los hombres si tuvieran con ellos el cuerpo mortal, y con los dioses el alma bienaventurada, y fueran iguales con los hombres si con ánimo miserable por lo menos merecieran también tener con ellos el cuerpo mortal, si adquirieran algún tanto de piedad, de rodo que llegaran á conseguir el descanso de los trabajos siquiera en la muerte: pero no solamente son más felices que los hombres teniendo un ánimo miserable, sino que son aun más miserables con la perpetua prisión del cuerpo: y no quiso que imaginasen que venían á convertirse de demonios en dioses, cursando y aprovechando en la práctica de operaciones piadosas y prudentes, supuesto que dijo expresamente que los demonios eran eternos.



CAPÍTULO XI

De la opinión de los platónicos, que creen que las almas de los hombres son demonios después de salir de los cuerpos.


Dice también que las almas de los hombres son de monios', y que de hombres se hacen lares, si son de buen mérito, y si de malo lemures ó larvas, y que cuando se ignora si tienen buenos ó malos méritos, entonces se denominan dioses Manes: con cuya opinión, ¿quién no advierte, por poco que quiera atenderlo, el abismo que descubren para perseverar en la mala y perversa vida y costumbres? Pues por más perversos y abandonados que sean los hombres, creyendo que