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San Agustín

sean igualmente miserables, debemos buscar un medio que sea no sólo hombre, sino también Dios, á efecto de que conduzca á los hombres de esta miseria mortal á la bienaventurada inmortalidad, interviniendo la bienaventurada mortalidad de este medio: quien convino que ni dejara de hacerse mortal, ni tampoco permaneciera mortal. Hízose, pues, mortal sin disminuir la divinidad del Verbo, recibiendo en sí la instabilidad de la humana naturaleza, pero no permaneció mortal en la misma carne, porque la resucitó entre los muertos; siendo el fruto de su mediación que ni los mismos por cuya redención se hizo medianero quedaran sumergidos en la muerte perpetua aun de la carne: por eso convino que el mediador entre nosotros y Dios tuviera una mortalidad transeunte, y una bienaventuranza permanente y extensiva á los siglos de los siglos; para que con lo mismo que pasa y es puramente temporal, se acomodara á la suerte de los que deben morir, y de muertos los transfiera á la posesión perpetua de la patria celestial: luego, según esta doctrina, los ángeles buenos no pueden ser medios entre los miserables mortales y los bienaventurados inmortales, mediante á que son también bienaventurados é inmortales, y los ángeles malos pueden ser medios, porque son inmortales con aquéllos y miserables con éstos. Al contrario de estos espíritus es el mediador bueno, que contra su inmortalidad y miseria de ellos quiso ser mortal por algún tiempo, y pudo perseverar bienaventurado en la eternidad: por lo que estos inmortales soberbios y miserables seductores, porque no atrajeran cautelosamente á la miseria por la jactancia de su inmortalidad, los destruyó con la humildad de su afrentosa muerte y con la benignidad de su bienaventuranza, respecto de aque llos cuyos corazones purificó con su fe y los libertó de la impura y abominable dominación de los espiritus in-