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La ciudad de Dios

fernales: así que, el hombre mortal y miserable, desterrado y apartado de los inmortales y bienaventurados, ¿qué medios podrá elegir para poder unirse á la inmortalidad y bienaventuranza? Lo que nos puede convidar y agradar en la inmortalidad de los demonios, es miserable: lo que nos puede dar en rostro y ofender en la mortalidad de Cristo, ya pasó: así que allá nos debemos guardar de la sempiterna infelicidad, y acá no hay que temer á la muerte, que no pudo ser eterna, y debemos amar y desear la bienaventuranza perpetua: porque con este objeto se interpuso el medio inmortal y miserable, é efecto de no dejarnos pasar á la obtención de la feliz inmortalidad, pues persevera obstinado en lo que impide, esto es, en la misma miseria; pero al mismo tiempo se interpuso el mortal y bienaventurado para que, pasada la mortalidad, nos hiciese, de muertos, inmortales, lo cual manifestó en sí mismo resucitando glorioso, y para hacernos, de infelices, perpetuamente felices, que es lo que él nunca dejó de ser. Inflérese, por lo mismo, que el uno es medio malo que divide y separa á los amigos, y el otro es medio bueno que reconcilia á los enemigos: por lo que hay muchos medios que nos dividen y apartan, porque la muchedumbre, que es bienaventurada, viene á serlo por la participación de un solo Dios, y la multitud de los ángeles malos es miserable por verse privada de la participación de eate Dios, la cual podemos decir que se opone más para impedir, que se interpone para ayudar á la bienaventuranza; aun con su misma muchedumbre en alguna manera embaraza é impide para que no podamos llegar á la posesión de aquel único bien beatífico, que para que pudiéramos llegar á él fué necesario que tuviéramos no muchos, sino un solo mediador, quien fuera el mismo con cuya participación seamos bienaventurados, esto es, el Verbo divino, no hecho ni criado, sino aquel