Página:La ciudad de Dios - Tomo II.pdf/177

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
175
La ciudad de Dios

ignoren, sino porque estiman y aprecian sobremanera la caridad de Dios con que se santifican, y en comparación de su hermosura, que es no sólo incorpórea, sino inmutable é inefable, de cuyo santo amor están infla—' mados, desprecían todas las cosas que están debajo de ella, y que no son lo que es ella, y á sí propios entre ellas, para poder gozar con todas las dotes que les constituye en la clase de una bondad suma de aquel sumo bien, de donde les proviene ser buenos, y par eso tienen también una noticia más cierta de las cosas temporales y mudables, por cuanto en el Verbo Divino que crió el mundo ven las principales causas de ellas, con las que se comprueban unas, se reprueban otras, y todas se gobiernan y ordenan; pero los demonios no contemplan ni ven en la sabiduría de Dios las causas eternas de los tiempos y las que son de algún modo las cardinales, sino que con la experiencia mayor de algunas señales ocultas á nuestros limitados entendimientas alcanzan á examinar muchas más cosas futuras que los hombres, y vaticinan algunas veces sus admi rables disposiciones; finalmente, éstos se engañan á veces y los otros nunca; porque una cosa es conjeturar y comprender bajo el aspecto de las cosas temporales las temporales, y con las mudables las mudables, expresándolas y aplicándolas el juicio temporal y mudable de su voluntad y limitadas fuerzas, lo cual se permite á los demonios por una razón incomprensible á nosotros; y otra cosa es antever y presagiar en las eternas é inmutables leyes de Dios, que viven en su sabiduría, las vicisitudes y alteraciones de los tiempos, y conocer la voluntad de Dios tan cierta como poderosa con la participación que tienen de au divino espíritu, lo cual, según sus respectivos grados se concede con recta discreción é los santos ángeles; así que, no sólo son eternos, sino también bienaventurados, y el bien