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San Agustín

surrección, es á saber, porque no se atreviera la imbecilidad é incredulidad humana á ponernos por Dios algunos de ellos, fundada en su alta excelencia? Caya vana aprensión no corre tanto riesgo en el hombre, y es fácil de evitar. Fué justamente determinado que más clara y dintintamente se llamaran dioses los hombres del pueblo de Dios, para que se certificaran más y más y confiaran que era solamente su Dios el que se dijo Dios de los dioses, porque aunque se llamen dioses los inmortales y bienaventurados que gozan de la patria celestial, con todo, no se llamaron dioses de los dioses, esto es, dioses de los hombres del pueblo de Dios; por quienes se dijo: Ego dixi, Dii estis, et filii Excelsi omnes: «Yo dije, dioses sois, y todos hijos del Excelso», de donde proviene lo que dice el apóstol (1): «aunque haya otros que se llamen dioses, ya sea en el cielo ó en la tierra, de los cuales, según el nombre y opinión común, se hallan muchos dioses y muchos señores; sin embargo, nosotros sólo tenemos un Dios que es el Padre, de quien como del verdadero autor y criador del universo nos viene todo encaminado para nosotros, y nosotros para él, y un sólo Señor Jesucristo, por quien el Padre hizo todas las cosas, y á nosotros para él.» No hay motivo para controvertir y altercar con obstinación sobre el nombre, siendo tan evidente y claro el asunto, que no admite duda alguna; pero siempre que decimos que del número de los inmortales bienaventurados envió Dios ángeles que anunciasen á los hombres su voluntad divina, no les agrada esta referencia, porque creen que este ministerio le ejercen, no los que llaSan Pablo ep. á los Cor. Etsi sunt, qui dicantur Dü, sivé in cælo sive in terra sicuti sunt Dii multi, et domini multi nobis tamen unus Deus Pater, er quo omnia, et nos in ipso, et unus dominus Jesus Christus, per quem omnia, et nos per ipsum,