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La ciudad de Dios

CAPÍTULO XVII

De la Arca del Testamento, y de los milagros que obró Dios para recomendarnos la autoridad de su ley y promesas.


Por este motivo la ley de Dios, que se promulgó por ministerio de los ángeles, en la que se mandó reverenciar y adorar con religión divina á un sólo Dios de los dioses, prohibiendo severamente la adoración de todos los demás dioses, se colocó en el arca que se llamó Arca del Testimonio, bajo cuyo nombre se da á entender bastantemente que Dios (á quien adoraban por medio de todos aquellos ritos y figuras) no solía incluirse y encerrarse en lugar alguno, cuando desde la misma Arca daba á sus oráculos respuestas y algunas señales visibles, sino que de allí salían los testimonios de su voluntad divina, mediante á que la ley que estaba escrita en tablas de piedra, estaba allí, como dije, en el Arca: la cual, todo el tiempo que peregrinaron por el desierto, llevando consigo el Tabernáculo, que asimismo se llama Tabernáculo del Testimonio, la conducían los sacerdotes con la debida reverencia y veneración. Servíales también de señal el que de día seles aparecía una nube, la cual de noche resplandecía como fuego, y cuando se movía la nube se movía todo el campo ó real, y donde paraba, allí sentaban los reales. Dió Dios al tiempo de la promulgación de su ley santa otros testimonios confirmados con grandes y estupendos milagros, fuera de los que he referido, y además de las respuestas que daba desde el sagrado lugar del Arca: pues cuando entraron en la tierra de promisión, pasando con la misma Area por el Jordán, suspendiendo el río el curso de sus aguas por la parte de arriba y corriendo por la de abajo, abrió lugar capaz y enjuto para pasar en seco el Arca