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La ciudad de Dios

ricordia, por su indulgencia solamente y no por nuestra potencia; porque aun aquella escasa virtud que se dice nuestra, el mismo Dios nos la ha concedido por un efecto de su bondad: muchas facultades y perfección nos atribuyáramos viviendo en esta carne mortal, si no viviéramos bajo la merced y beneficio de Dios todo el tiempo que la traemos hasta que la dejamos: por lo que nos dió el Señor su gracia por el divino mediador, para que, contemplándonos manchados con la torpeza del pecado, nos limpiáramos y purificáramos con la semejanza de la carne del pecado. En virtud de la divina gracia con que Dios manifiesta en nosotros su grande misericordia, caminamos y nos gobernamos en la vida presente por la fe, y, después de ella, por la misma vista clara y beatífica de la verdad inmutable llegaremos á gozar de la plenísima perfección.



CAPÍTULO XXIII

De los principios donde enseñan Jos platónicos en qué consiste la purificación del alma.


Dice también Porfirio que se sabía, por respuesta de los oráculos, que no nos purificamos con los sacramentos Teletas, que llaman ellos de la Luna, ni con los que dicen del Sol; para darnos á entender en esta expresión que no puede purgarse el hombre con ninguna especie de sacramentos de ninguno de los dioses: ¿pues qué sacramentos habrá que nos purifiquen si no purifican los del Sol y de la Luna, que son los dioses principales que reconocen entre los celestiales? Finalmente, dice que declaró el mismo oráculo que los princípios no podían purificar, porque habiendo dicho que los sacra-