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San Agustín

dos mis ángeles.» Luego habfa ya ángeles cuando crió las estrellas, las que formó en el cuarto día. ¿Diremos acaso que los hizo al tercero día? Ni por pensamiento, porque es indubitable cuanto obró en este día, dividiendo la tierra de las aguas y repartiendo á cada uno de estos dos elementos sus diferentes especies de animales, produciendo al mismo tiempo la tierra todo lo que está plantado en ella. ¿Acaso diremos que al segundo? Tampoco, porque en él hizo el firmamento entre las aguas superiores é inferiores, al cual llamó cielo, y en él crió las estrellas al cuarto día. Luego si los ángeles pertenecen á las obras que Dios hizo en estos días, son sin duda aquella luz refulgente que se llamó día, el cual, para recomendarnos y darnos á entender que fué uno, no le llamó día primero, sino uno: mas ni por eso hemos de inferir que es otro el día segundo ó el tercero ó los demás, sino que el mismo uno se repite por cumplimiento del número senario ó septenario, para darnos individual noticia del senario ó septenario, es decir, dei senario de las maravillosas obras que Dios hizo, y del septenario en que Dios descansó: porque cuando dijo Dios: hágase la luz y se hizo la luz, si se entiende bien en esta luz la creación de los ángeles, sin duda que los hizo partícipes de la luz eterna, que es la misma inmutable sabiduría de Dios, por quien fueron criadas todas las cosas, á quien llamamos el unigénito de Dios, para que, alumbrados con la luz sobrenatural que fueron criados, se hicieran luz y se llamaran día, que es el verbo divino, por quien ellos y todas las cosas fueron criadas; porque la luz verdadera que ilumina á todos los hombres que vienen a este mundo, ésta también alumbra á todos los ángeles puros y limpios para que sean luz, no en sí mismos, sino en Dios, de quien si se separa el ángel se hace inmundo, como todos los que se llaman espíritus inmundos, que no son