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La ciudad de Dios

niegan (lo que es una perversa é impía vanidad) que Dios crió las aguas, por cuanto no hallan lugar alguno donde dijese Dios háganse las aguas: lo cual podrían decir asimismo, imbuídos en el error, de la tierra, mediante á que no se lee en la Escritura que dijese Dios hagase la tierra; pero responden que dice el sagrado texto: en el principio crió Dios el cielo y la tierra; luego allí debe entenderse también el agua, porque á ambas comprende en un mismo nombre, supuesto que «suyo es el mar, y él le hizo, y hechura de sus manos es la tierra» (1); pero los que por las aguas que están sobre los cielos quieren que se entiendan los ángeles, fúndanse en el peso de los elementos, y por eso no imaginan que pudo dar asiento á la naturaleza fluida y grave en la parte superior del mundo; los cuales, si á su modo, y según sus razones y discursos pudieran formar al hombre, no le pusieran la pituita, que en grisgo se llama phlegma, y que en en los respectivos elementos de nuestro cuerpo ocupa el lugar de las aguas, en la cabeza, porque allí es donde tiene la phlegma su asiento, muy á propósito sin duda, según que Dios así lo hizo: pero conforme á la conjetura de éstos, tan absurdamente que si lo ignoramos y estuviera asimismo escrito en este libro que Dios puso el humor fluido y frío, y por consiguiente grave, en la parte superior á todas las demás del cuerpo humano, estos especuladorea y examinadores de los elementos de ningún modo lo creyeran. Y cuando fueran de los que se sujetaron á la autoridad de la misma Escritura, se persuadirían que bajo este nombre se debía entender alguna otra cosa.

Mas por cuanto si cada asunto de los que más se escriben en el divino libro de la Creación del Mundo le hu(1) Salmo 94: Ipsius est mare, et ipse fecit illud, et aridum manus ejus finxerunt.