Página:La ciudad de Dios - Tomo II.pdf/347

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
345
La ciudad de Dios

aquellos animalejos cuys abundancia sirvió de azote para castigar la soberbia de los egipcios; pero siguiendo este mismo modo de opinar, también pondrán tacha en el sol, porque & ciertos delincuentes ó deudores los condenan los jueces á que los pongan al sol. Así que, considerada la naturaleza en sí misma; y no conforme á la comodidad ó incomodidad que nos resulta de sus influencias, da gloria á su artífice; y en esta conformidad la naturaleza del fuego eterno es también seguramente loable, aunque haya de ser penosa é insufrible á los impios condenados; porque ¿qué objeto hay más hermoso y apacible á la vista que el fuego ardoroso, vivo y resplandeciente? ¿Qué más útil cuando calienta, nos cura y pone en sazón lo que necesitamos para nuestro substento? Aunque no haya otro más insufrible que este astro cuando nos quema; y por eso el mismo aplicado para un efecto contrario es pernicioso, y aplicado convenientemente y en debido tiempo vemos que es muy provechoso; porque ¿quién sería suficiente á de clarar con palabras, por insinuantes que sean, las utilidades que tiene y causa en el universo? Ni deben ser oídos los que en el fuego alaban la luz y reprenden el ardor, porque, en efecto, le estiman según que les está bien ó mal, mediante á que quieren ver y no arder; y no consideren que la misma luz que les agrada suele serles dañosa por la desconveniencia ó perjuicio que les resulta á los que tienen los ojos llorosos y tiernos, y que en el mismo ardor que les desagrada acostumbran por su propia utilidad á vivir cómodamente algunos animales.