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La ciudad de Dios

creencia me pueden apartar los argumentos de los filósofos, entre los que se tiene por el más agudo aquel que dice que con ninguna ciencia pueden comprenderse las cosas que son infinitas, y, así, dicen, todas las razones que tiene Dios acerca de todas las cosas que hizo finitas, son finitas, y debemos creer que su bondad jamás estuvo ociosa, porque no venga á ser temporal la operación de aquel Señor cuya cesación haya sido de atrás eterna, como si se hubiese arrepentido de la ociosidad y vacación primera sin principio, y por esto hubiese comenzado á obrar, por lo que dicen, es necesario que unas mismas cosas vuelvan por su orden, y que las mismas pasen y corran para tornar siempre á volver, ya sea permaneciendo mudablemente el mundo, el cual, aunque nunca no haya sido, ha sido hecho sin principio de tiempo; sin embargo, ha sido criado, ya sea repitiendo también siempre, y habiendo de repetir con aquellos círculos y revoluciones su nacimiento y ocaso, porque sí dijésemos que alguna vez comenzaron primeramente las obras de Dios, no se entienda que condenó de modo alguno aquella su primera vacación sin principio como ociosa y sin destino, y que por eso, como poco satisfecho de ella, la mudó. Si dijeren que siempre hizo las cosas temporales, aunque ahora unas, ahora otras, y que así también alguna vez comenzó á formar al hombre, que nunca antes había criado, parecerá que hizo lo que hizo con cierta casual inconstancia, y no con la ciencia, en que imaginan que no pueden comprender se cualesquiera infinitos, sino como por acaso, como le vino á la imaginación. Pero si admitimos, dice, aquellos circuitos y rodeos con que, ó permaneciendo el mundo, ó entremetiendo y mezclando el mismo con los propios circuitos sus revolubles nacimientos y ocasos, se vuelven á hacer las mismas cosas temporales, ni atribuiremos 6