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San Agustín

á Dios el ocio torpe, especialmente de una tan larga duración sin principio, ni la improvida temeridad de sus obras, porque si no se repiten y vuelve & hacer las mismas, no puede ninguna ciencia ó presciencia suya comprender la infinidad de ellas, que ha habido variada con la diversidad. De esos argumentos con que los infieles procuran torcer del camino recto á nuestra sencilla y piadosa fe, para que andemos con ellos al rededor, cuando la razón no los pudiera refutar, la fe se debiera reir. Además, que con el favor de Dios nuestro Señor, estos volubles círculos que inventa la opinión los deshace la razón clára y manifiesta, por cuanto en esto se engañan principalmente éstos, queriendo más proceder en su falso círculo que por el verdadero y derecho camino; pues miden el entendimiento divino del todo inmutable, capaz de cualquiera infinidad, y que numere todo lo innumerable sin ninguna sucesión alternativa de su pensamiento, con el suyo, que es humano, instable y limitado, sucediéndoles lo que dice el apostol (1), «que midiendo y comparándose ellos mismos á sí mismos, no se entienden y conocen á si mismos», porque ellos, como todo cuanto se les antoja hecer de nuevo, lo hacen con nuevo acuerdo, porque tienen mudables entendimientos, sin duda que conside rando é imaginando, no á Dios, á quien no pueden imaginar, sino. á sí miamos por él, no miden ni comparan á Dios con Dios, sino ellos mismos se comparan á sí mismos; pero nosotros no podemos ni debemos creer que de un modo está dispuesto Dios cuando está ocioso y de otro cuando obra, porque no puede decirse que se dispone, como si en au naturaleza sucediese y hubiese alguna novedad que antes no había, por cuanto (1) San Pablo, ep. II á los corintios, cap. X, v. 12, Comparantes enim semetipsos sibimetipsis, semetipsos non intelligunt.