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San Agustín

no eran viciosas en el Paraiso antes del pecado, porque no se inclinaban á cosa contraria á la recta voluntad que exigiera contenerlas con el freno de la recta razón.

El moverse ahora de modo que los que viven templada, justa y santamente las modifiquen á veces con facilidad, y otras con dificultad las repriman y refrenen, no es, sin duda, salud propia de la naturaleza, sino enfermedad que procede de la culpa.

Si los actos que provienen de la ira y de los demás afectos, consistan en palabras ó en obras, no procura la vergüenza encubrirlos y esconderlos, como hace con los que proceden del apetito sensual y se ejecutan con los órganos genitales, débese á que los miembros del cuerpo que emplean en la ejecución de aquéllos no dependen en sus movimientos de las pasiones, sino de la voluntad, que es quien los domina. Porque el que enojado y con cólera dice alguna palabra ofensiva o hiere á otro, no pudiera hacer tales cosaa si la voluntad no moviera la lengua ó las manos, miembros á quienes también mueve la voluntad, aun cuando no haya ira ó cólera alguna. Pero respecto á los órganos genitales, de tal manera está apoderado de ellos el apetito sensual, que sólo obedecen á la excitación de éste, sea espontanea ó estimulada, Esto es lo que da vergüenza y lo que ruboriza á quien lo vé, y por ello prefiere el hombre, cuando se enoja injustamente con otro, que le miren cuantos quieran, á que le vea alguno cuando, conforme á la razón, cumple el débito matrimonial.



CAPÍTULO XX

De la vanísima torpeza de los cínicos.


La antedicha razón no la tuvieron presente los filósofos caninos, es decir los cínicos, al defender la opi-