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La ciudad de Dios

huyéndose. Y así, estando ya el mundo poblado de hombres, gustaban de contraer matrimonio, aunque no con hermanas de parte de padre ó de madre, & de ambos, con las de su linaje. ¿Y quién hay que dude que con más decoro y honestidad se prohiben también en este tiempo los casamientos de las primas, no sólo por lo que hemos dicho del acrecentamiento y multiplicación de las afinidades, para que no tenga dos cognaciones ó parentescos una sola persona pudiéndolos tener dos y crecer el número de la proximidad, sino también porque, no sé cómo, la modestia humana tiene cierta cualidad natural y loable que refrena el apetito, aunque generativo, realmente libidinoso, absteniéndose de aquella á quien, por razón de la proximidad, debe tener con pudor un honroso respeto, del cual apetito vemos que se ruboriza aun la misma modestia y honestidad de los casados? Así, pues, la conjunción del varón y de la hembra por lo respectivo al linaje humano, es un semillero de la ciudad, aunque sólo la ciudad terrena tiene necesidad de generación, y la celestial sólo de regeneración para libertarse del daño de la generación.

Si hubo alguna señal corporal y visible de la regeneración antes del Diluvio, y si la hubo cuál fué, asi como después ímpuso Dios á Abraham la circuncisión, la sagrada historia no lo insinúa. Con todo, no deja de decir que sacrificaron á Dios aquellos antiquísimos hombres, como se observó yá en los dos primeros hermanos.

Y de Noé, después del Diluvio, leemos que luego que salió del area ofreció á Dios hostias ó víctimas y sacrificios.

De esto ya hemos hablado en los libros precedentes, diciendo: que los demonios que se apropian y atribuyen la divinidad y desean que los tengan por dioses, quieren que les ofrezcan sacrificios y se complacen de tales honores, no por otro motivo sino porque saben que el verdadero sacrificio se debe solamente al Dios verdadero.