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La ciudad de Dios

gendró hijos é hijas antes de su traslación, entre ellos Matusalén, por quien continúa el orden de las generaciones que se han de contar. Y ¿por qué causa se refieren tan pocas sucesiones en la generación que procede de Caín, ai convenía llegar con ellas hasta el Diluvio, y no era tan larga la edad que precedía á la pubertad y tiempo idóneo para la generación, que estuviese vacante sin procrear hijos ciento ó más años? Porque si el autor de este libro no pretendía buscar alguno á quien necesariamente hubiese de llegar con el catálogo de las generaciones, como en las que vienen de la estirpe de Seth, y solo deseaba llegar á Noé, de quien nuevamente continuara la lista indispensable, ¿qué necesidad había de dejar los hijos primogénitos para llegar á Lamech, en cuyos hijos fenece aquel catálogo, es á saber, en la octava generación, principiando desde Adán, y en la séptima desde Caín; como si desde allí se hubiera de continuar en adelante para llegar, ó al puéblo israelítico, en el cual la terrena Jerusalén presentó una figura profética á la ciudad celestial ó á Cristo, según su humanidad, el que es sobre todo bendito para siempre, fundador y rey de la Jerusalén celestial, habiendo perecido con el Diluvio toda la prole y descendencia de Cain? Por donde puede colegirse que en el mismo orden cronológico de las generaciones se refirieron los primogénitos. ¿Y por qué son tan pocos si, aunque como va dicho, los hombres no tenían entonces hijos tan pronto como ahora sino según la proporción de aquella larga vida, siendo también tardía la pubertad y edad madura para engendrar? Porque concedido que todos igualmente fussen de treinta años cuando principiaron á procrear hijos, ocho veces treinta, porque ocho son las generaciones con Adán, y con los que engendró Lamech, son doscientos y cuarenta años. ¿Acaso en todo el tiempo que resta hasta el Diluvio no engendraron? ¿Por